21 diciembre 2009

Ya Estoy De Vuelta...¡Felices Fiestas!



Que esta Navidad convierta

cada deseo en luz

cada lágrima en sonrisa

cada ilusión en caricias al alma

cada sueño en realidad

cada detalle en guiño de felicidad

cada día especial en estrella

cada momento vivido en inolvidable.



Mi sobrino Perico y yo

¡Os deseamos lo mejor

a todos los lectores de El Mundo de Angie!

04 diciembre 2009

¡Venga bodas!... ¡Pues toma "No-Boda"!

Tengo abandonadísimo mi blog y los blogs amigos. Lo sé.

Siento estar tan perdida en los últimos tiempos y siento también "abusar" tanto de esta sección del baúl de los recuerdos pero, sinceramente, ultimamente, no tengo tiempo, ni ganas y otras cosas me ocupan más la mente que la blogosfera. Pero bueno, como no quiero que os olvideis de miiiiii... Aquí os dejo un simpático post que publiqué hace ya un tiempecillo y ya me contaréis que os parece la idea, jajaja...

Un beso a todos!! Me acuerdo de todos vosotros aunque no vaya a visitaros desde hace tiempecillo, de verdad! :)


BALANCE DE LOS ULTIMOS 3 AÑOS:
UNAS 15 BODAS y MUCHO DINERO.

Quince bodas (en ninguna de ellas era yo la radiante novia) y una cantidad de dinero más que considerable empleada en el regalo a los novios y, cómo no, en ropa y complementos.

Si me pusiera a hacer cálculos, estoy convencida que todo ese dinero me hubiera dado, por ejemplo, para hacer una de las cosas que más me gusta en el mundo: viajar. Y seguramente hubiera tenido más que suficiente para cruzar el charco (cosa que estoy deseando volver a hacer desde hace 12 años), y hacerme un viajecito curioso por cualquier país de Latinoamérica, el que sea, porque me atraen todos.

A lo largo de mi vida, he ido a muchas bodas. Cuando era pequeña, lógicamente, eran mis padres los que hacían el regalo a la pareja en cuestión. Pero llegó un día en que la pequeña Angie creció y empezó a ser invitada a infinidad de bodas. Bodas de amigas y amigos que se casaban, bodas de compromiso profesional, etc..

Hay gente para quien tener que ir a este tipo de celebraciones resulta un auténtico coñazo; a mi, realmente, no es algo que me disguste. Por lo general, me gusta ir a las bodas (convite incluido, claro). Sí que es cierto que las ganas están directamente relacionadas con los novios y también con los invitados.

Evidentemente, a las bodas que he ido por compromiso laboral, he ido con un poco menos de entusiasmo, la verdad. En cambio, cuando la boda era de algún amigo, por supuesto, me he divertido mucho, me he emocionado, en definitiva, siempre lo he vivido como algo especial: mi amigo/a se casaba! Y ni que decir tiene que el regalo que les hice, lo hice más que gustosa, sin que me pesara en momento alguno (que conste que esto es totalmente cierto, a pesar de lo que a continuación diré!).

Ahora bien, independientemente de esto, si nos ponemos a quitarle todo lo que de romántico tienen las bodas, pensando en todo esto se me ocurrió algo...


Si de aquí a un par de años o tres no celebro mi propia boda, cosa que, por el camino que voy, puede ser probable... jaja (en teoría ya tendría que ser rica gracias a mi fortuna en el juego. Ja..) estoy pensando seriamente en celebrar mi “NO BODA”.

Pues sí, mi no boda. Y simplemente lo haría, digamos que por una cuestión de justicia.

Cuando alguien se casa y te invita a su boda, lo normal es que, si no quieres quedar fatal y no te escaqueas de mala manera (que casos se han dado) hagas un regalo a la pareja (normalmente, dinero, porque es lo único que quieren como regalo. Al menos, en España, no sé si también se estila esto en otros países).

Cuando esos dos que se casaron, tienen su primer hijo, lo normal es que, si te une una amistad con ellos, le hagas un regalo ante tan feliz acontecimiento.

Cuando después de ese primer retoño, llega el segundo, vuelves a hacer un regalito a la pareja. Y así sucesivamente si llegaran más (cosa que, por otro lado, en los tiempos que corren se convertiría en toda una hazaña digna de los más grandes hidalgos, pero eso es otra historia...).

Igual cuando llega la comunión de tales retoños si es que también te invitan (cosa que será bastante probable si la relación que te une a la pareja es fuerte y sólida): otro regalito para la lista...

Total, que a lo largo de tu vida, y de las suyas, te gastas una pasta gansa en regalos de boda, bautizos, comuniones y fiestas de guardar! Que lo único que te ahorras es el regalo por divorcio, si éste llegara a ocurrir. Y porque no hay costumbre de celebrar eso, o más bien, no hay costumbre de regalar (porque celebrar, seguro que lo celebra más de uno...), si no... regalo que te crió! Suerte que aún no se ha convertido en una costumbre generalizada en la sociedad porque entonces, ya no nos libraríamos ni de eso!

Y ahora yo pienso...

Si yo no me caso, no hay regalo de boda.
Si no tengo hijos, no hay regalo.
Si no tengo hijos que hagan la comunión, evidentemente, tampoco hay regalo.
Con lo cual, si no me caso, los únicos regalos que voy a recibir a lo largo de toda mi vida serán los que me hagan cada año en las Navidades y en mi cumpleaños (qué menos..!).
Así que, ¿aparte de eso, no voy a tener más regalos? ¡No es justo!

No, por independizarte e irte a vivir sola nadie te regala nada. Tampoco te regalan nada, si en vez de casarte, simplemente, te vas a vivir con tu pareja. Seguramente, los casados pensarán... “Vamos hombre, estaría bueno!” Pero si lo pensamos, en el fondo, es lo mismo, no? La única diferencia es que los novios que se casan se van a vivir juntos (si es que no viven juntos ya) y, en cambio, yo, me voy sola, y los novios que no se casan, simplemente, se van a vivir juntos, sin matrimonios (civiles o religiosos) de por medio.

Así que, por qué tendría que ser tan raro que yo organizara un convite al que invitara a familiares, amigos, compromisos profesionales y conocidos (por ejemplo, los compromisos de tus padres, que, dicho sea de paso, a veces son más invitados que los tuyos propios). ¿Por qué habría de ser tan descabellado? Al fin y al cabo, sería lo mismo, no?

Apartando a un lado la alegría que te da y la ilusión que te hace que tus invitados (no todos) vayan a tu boda porque quieres compartir con ellos ese día, en términos estrictamente económicos, podríamos reducirlo a... Convite = Regalo.

Así que supongamos (para estar en igualdad de condiciones) que organizo un convite para compartir con mis invitados la ilusión que me hace empezar una nueva vida: mi vida de soltera independiente. Lo más lógico sería que todos mis invitados me hicieran un regalo, no? Por supuesto, en dinero, porque mi lista de no-bodas también estaría completa y en las invitaciones también daría mi número de cuenta bancaria para que me hicieran el ingreso (de nuevo decir que eso se estila en España, no sé en otros países).

Celebrar mi No-Boda sería, por decirlo de alguna manera, la única forma de hacer justicia para conmigo (y para con todos los que se van a vivir juntos sin casarse) y mi bolsillo. Sería la única forma de que, todo el dinero que te has ido gastando a la largo de todo este tiempo, revirtiera a ti de alguna forma.

Así que, por estas razones, he decidido que si no me caso nunca, celebraré mi no-boda! Y aquél que me diga que ¿qué pasa si celebro mi no-boda y, al final, me caso? Todo aquél que me diga que la vida da muchas vueltas y que ¿quién me dice a mi, que un día de estos conozco al hombre de mi vida y me caso?

Mi respuesta será firme y clara... “Efectivamente, llevas razón, nadie sabe qué nos depara el futuro así que, querido, si yo celebro mi no-boda y al tiempo acabo casándome, pasará lo mismo que cuando uno se casa y al tiempo se divorcia... ¡qué mala suerte! ¡los regalos de no-boda TAMPOCO tienen devolución!”.

Safe Creative #0910204708575