27 marzo 2013

No Me Preguntes Por Qué...

No me preguntes por qué pero deseo ardientemente perderme contigo por lugares especiales y mágicos: en el bazar de las sorpresas, en la ciudad de los besos, en el bosque de los susurros, en el volcán de las caricias.

Contemplar contigo la consagración de la primavera, la tormenta de verano, el ocaso de otoño, la lluvia fina de invierno.

Compartir contigo las sonrisas francas, las miradas pícaras, los cuerpos con alma, mi espacio, el tuyo, esa puerta entreabierta, el deseo, las verdades sin complejos.
Sentir contigo la magia, las mariposas en el estómago, levitar ante tu mirada, aspirar tu aroma, sentir tu tacto, degustar tu sabor, escuchar tus susurros, compartir tus éxtasis.

Bucear pausadamente en tu cabello, en tus manos, en tu cuello, en tu pecho, en tu cintura, en tu espalda, en tu vientre, en tus piernas. Sentirte conmigo, en mi, dentro de mi.

Escribirte cartas de amor con matasellos, no me preguntes por qué...

***

Hoy estaba recordando qué entradas había publicadas a lo largo de la vida de mi blog y me apeteció volver a rescatar ésta (publicada en enero de 2010) para compartirla con  vosotros. Si sois viejos lectores de El mundo de Angie quizá la leyerais en su momento, a los nuevos, espero que os guste.

Prometo volver pronto con nuevos escritos, mientras tanto, os dejo este. Feliz semana a todos!

21 marzo 2013

Despierta...



Despierta, tiemblo al mirarte; 
dormida, me atrevo a verte; 
por eso, alma de mi alma, 
yo velo mientras tú duermes. 

Despierta, ríes, y al reír, tus labios 
inquietos me parecen 
relámpagos de grana que serpean 
sobre un cielo de nieve. 

Dormida, los extremos de tu boca 
pliega sonrisa leve, 
suave como el rastro luminoso 
que deja un sol que muere. 
-¡Duerme! 

Despierta, miras, y al mirar, tus ojos 
húmedos resplandeces 
como la onda azul, en cuya cresta 
chispeando el sol hiere. 

Al través de tus párpados, dormida, 
tranquilo fulgor viertes, 
cual derrama de luz templado rayo, 
lámpara transparente... 
-¡Duerme! 

Despierta, hablas, y al hablar, vibrantes 
tus palabras parecen 
lluvia de perlas que en dorada copa 
se derrama a torrentes. 

Dormida, en el murmullo de tu aliento 
acompasado y tenue, 
escucho yo un poema que mi alma 
enamorada entiende... 
-¡Duerme! 

Sobre el corazón la mano 
me he puesto por que no suene 
su latido y de la noche 
turbe la calma solemne. 

De tu balcón las persianas 
cerré ya por que no entre 
el resplandor enojoso 
de la aurora y te despierte... 
-¡Duerme!

RIMA XXVII (GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER)

Nadie mejor que uno de los grandes, que además es de mi tierra, para compartir con vosotros este poema delicioso en el Día Mundial de la Poesía. 

Aunque la foto la he tomado de internet, esta mañana he tenido el placer de pasar por esta hermosa glorieta del Parque de María Luisa. Aún no está tan florida, pero está bonita igualmente.

11 marzo 2013

Cierra los ojos...



Cierra los ojos y siente cada momento.
Desata los nudos del alma hasta encontrar sosiego.
Respira profundo para gritar hasta quedar sin voz.
Desea sin descanso hasta llegar a la altura de mis ojos.
Saborea a paso lento hasta descifrar los mapas de mis secretos.
Nota acelerarse los latidos hasta poner el mundo del revés.

Chispas que estallan incesantes en un roce inesperado.
Silencios que gritan alocados mi nombre en tu cuerpo.
Miradas que ocultar no pueden que nos intuimos sin remedio.

¡Abrázame una y otra vez, abrázame fuerte hasta que duela!
Cuando la distancia nos aleje, suéñame hasta que haya vuelto.
Cierra los ojos y siente cada momento. 
Cierra los ojos, amor mío, ¡cierra los ojos y déjame dentro!


***

NOTA IMPORTANTE: Tomo prestada esta maravillosa frase: "Cierra los ojos y déjame dentro, amor mío", que leí hace poco en el twitter de mi admirado Antonio Orozco  (@antoniorozco) y que ha sido la inspiradora de este texto.



08 marzo 2013

Que te den...


A punto de cumplir los cuarenta, recién despedido y con una esposa que me engañaba con el que yo creía que era mi mejor amigo, me sentía un fracasado.

Harto de la situación decidí huir de todo. No sabía dónde iría, ni qué haría, pero me daba igual. En una maleta metí algo de ropa y algunas pertenencias de las que no quería desprenderme. Abrí la puerta y me marché.

Han pasado tres años y de lo único que me arrepiento es de no haber visto la cara de mi ex al leer mi escueta nota de despedida...