23 septiembre 2009

Leo: El Vecino del 5º (Parte II)...

NOTA: Leo, el vecino del 5º (Parte I): Aquí

***

Una tímida sonrisa en medio de ese silencio fue lo único que Leo recibió, sin embargo, lo que Ana recibió fue una especie de descarga eléctrica directa al corazón cuando oyó aquella frase.

“Por cierto, esta noche estás preciosa, princesa”.

La frase retumbó con fuerza en todo el salón y con más fuerza aún en su cabeza. De repente, se agolparon mil ideas en su pequeña cabecita, haciendo más estruendo que un elefante en una cacharrería.

“Esta noche estás preciosa, princesa”, “Esta noche estás preciosa, princesa” –escuchaba Ana una y otra vez.

No pudo evitar que el recuerdo de Javián asaltara sus pensamientos. Siempre había sido muy halagador y esa frase la había escuchado infinidad de veces de sus labios.

“Esta noche estás preciosa, princesa”.

Ana era su princesa. Lo había sido durante más de seis años y le encantaba; pero, a veces, aún le costaba pensar que ya no lo era. ¡Y hacía tanto tiempo que no la llamaban así! Justamente un año, que era el tiempo que hacía que Ana y Javián no estaban juntos.

Todos estos pensamientos se habían sucedido en décimas de segundo, pero fueron suficientes para que Leo pensara que, aunque Ana le había sonreído, quizá había hecho algún comentario desafortunado.

-¿He dicho algo que te haya molestado? –preguntó Leo un tanto desconcertado.
-No, no –dijo volviendo de nuevo en sí- es sólo que me acordé de algo.
-¿De algo o de..?
-Bueno, Leo, ¿con qué nueva receta me vas a deleitar? –dijo sin dejarle acabar la frase.
-Vale, indirecta captada, cambiamos de tema- pensó- Con un pescado a la sal. Espero que te guste.

Efectivamente, los platos que había elegido para aquella noche habían sido todo un éxito. A Ana le encantaron, sobre todo, ese delicioso postre, al que tan bien le había encontrado el punto.

-¿Habré probado veces tu mousse de chocolate? Pues creo que esta vez es la que mejor te ha salido. Desde luego, cada día te superas más, Leo. Podrías dedicarte a esto si un día te cansas de trabajar en lo tuyo.
-¡Qué va! Esto es sólo una afición. Trabajar en la hostería es demasiado duro.
-No, no, si no digo que montes un restaurante. Digo que te plantees seriamente ser chef.
-Jajaja.. ¡Uf! ¡Peor me lo pones! Eso sí que es complicado. Será por eso que no hay demasiados chefs en el mundo.
-Bueno, tú estás harto de decírmelo. Imaginar es querer, y querer es poder. Es sólo cuestión de ponerle alas a los sueños para que echen a volar...
-Ya, pero...
-Ni pero, ni manzana. Yo sólo te digo que no estaría mal que algún día te lo plantearas – dijo ella guiñándole un ojo.
-¡Vale, pues lo mismo te digo!
-¿Yo, chef? Pero si a mi me sacan de los filetes a la plancha y los espaguetis y me pierdo...-dijo riendo.
-No, tonta, me refería a tu ilusión de dedicarte a la escritura profesionalmente. Estoy convencido que si te pusieras a conciencia, lograrías que te publicaran algo.
- Vale, pues yo me propongo seriamente lo de escribir si tu te propones seriamente lo de cocinar... -rieron.

Leo tenía la habilidad de llamar la atención de la gente y, poco a poco, consiguió que, fuera lo que fuera lo que distrajo a Ana, fuera pasando a un segundo plano. Así que la velada transcurrió con total normalidad.

Se levantó a cambiar el cd. Pista número cinco, “Moon Rive
r”, interpretada por Barbra Streisand, una de sus cantantes favoritas.

-¡Me encanta esta canción! ¿Bailas? -le dijo tomándola de la mano.

Ana nunca había sido demasiado buena bailarina pero se dejaba llevar. Además era fácil, pues el ambiente acompañaba. Buena cena, buena música, tranquilidad y lo mejor, buena compañía. Estaba a gusto, sentía que Leo la protegía mientras la mecía al son de cada nota.

Él, sin más, saboreaba el momento. Y entonces no fue capaz de contenerse por más tiempo. ¡Llevaba meses haciéndolo y por fin se había armado de valor!

A la par que sus brazos se deslizaban suavemente por su cintura, sus labios acariciaron lentamente aquellos labios carnosos que tantas veces había deseado.



Continuará...


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17 septiembre 2009

Leo: El vecino del 5º... (Parte I)

Ana llevaba algunos años viviendo en el mismo bloque. Sólo eran diez vecinos, así que se conocían todos muy bien. Salvo contadas excepciones, como la odiosa vecina cotilla y metomentodo del 2º izquierda, todos los vecinos eran bastante agradables, no obstante, con el que mejor se llevaba era con Leo, el vecino del 5º.

Ana y Javián siempre habían tenido mucho trato con él, ya que los tres eran más o menos de la misma edad. Hacía casi dos años que Leo vivía sólo, tras haber roto con su novia, con la que había vivido allí mismo durante tres años.

A raíz de la ruptura de Ana y Javián, Leo y ella empezaron a verse más a menudo. Él hacía relativamente poco que había pasado por una situación similar y sabía lo mal que lo estaba pasando y lo difícil que le estaba resultando seguir adelante con su vida. Por eso siempre intentaba estar pendiente de ella; procuraba convencerla para ir a tomar unas cervezas o ir a bailar un rato, la invitaba a su casa a merendar, porque sabía que le chiflaban los bizcochos y las tartas, la llevaba al parque a pasear y tomar un poco el aire, de vez en cuando iban al cine. En definitiva, se preocupaba por ella porque sabía lo malos que eran esos meses de duelo que tienen las rupturas amorosas que parecen ser definitivas y siempre hacía todo lo posible por sacarla de esas cuatro paredes.

Ana y Leo hacía tiempo que habían dejado de ser simplemente vecinos y se habían convertido en buenos amigos. Solían conversar durante horas, cosa que Ana, en los últimos tiempos, necesitaba muchísimo. No es que Leo fuera su mayor confidente, pero había encontrado en él la compresión que, en ocasiones, no llegaba a tener por parte de sus amigas más íntimas y una visión masculina que tampoco le venía nada mal tener.

- ¿Tienes algo que hacer esta noche, Ana?
- Aparte de ver la tele un rato cuando termine de cenar...
- Te invito a cenar en casa.
- Te lo agradezco, Leo, pero... ¡uf!, es que hoy no me apetece mucho hacer nada.
- ¡Venga ya! No seas malaje. Tengo una nueva receta que quiero cocinar y... bueno, alguien tiene que ser el conejillo de indias que se atreva a probarla, no...? -dijo guiñándole un ojo.
- Está bien. Pero porque eres tú, que si no...
- ¡Estupendo! Pues vente para casa a las diez. ¿Te parece bien?
- Sí, a las diez está perfecto.

Se apresuró a ir a comprar todo lo que le hacía falta. Leo estaba encantado con la idea de preparar una cena para ella. Se pasó casi toda la tarde metido en la cocina, pero mereció la pena. El pescado al horno tenía una pinta exquisita y el postre que había preparado estaba convencido que haría las delicias de la golosa Ana.

A las diez
y cuarto sonó el timbre. Suerte que, al vivir en el mismo bloque, Ana sólo se retrasó quince minutos porque, a veces, su eterna impuntualidad llegaba a ser desesperante.

- Buenas noches, he traído un poco de vino.
- ¡Oh! No hacía falta, Ana, pero gracias. ¡Pasa, pasa!

Cuando pasaron al salón, se sorprendió al ver lo bien que Leo había montando la mesa. Un vela en el centro, una vajilla muy chic que había comprado la última vez que había estado en Londres, las copas para el vino y, por supuesto, un cd de buena música de fondo. No faltaba detalle alguno.

- ¡Vaya, qué nivelazo, por Dios!
- ¿Te gusta?
- Sí, si. ¿Celebramos algo hoy, Leo?
- ¡Me alegro! Celebramos que no hay nada que celebrar. No hacen falta motivos especiales para hacer algo especial. ¿Por qué esperar a cumplir años para hacer una fiesta con los amigos cuando los otros 364 días también pueden ser igual de únicos?
- Tienes razón.
- Pero sabes qué, pensándolo bien, en realidad sí que hay un motivo específico para haber preparado esta cena...
- ¿De veras? –respondió intrigada- ¿Y cuál es? ¿Te han ascendido en el trabajo?
- No.
- ¿Entonces?
- ¡Tú! El motivo especial eres tú. ¡Porque toda tú eres especial! Por cierto, esta noche estás preciosa, princesa...

La respuesta de Leo fue totalmente inesperada para Ana; había sido tan contundente en sus palabras que, por unos instantes, el silencio se hizo dueño del salón y ella, sonrojada, sólo atinó a sonreír.



Continuará...
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11 septiembre 2009

Momento Mágico...

Sentada en una roca casi al borde del acantilado,
perdiendo la mirada en el horizonte de un inmenso y embravecido Atlántico,
dejándome acariciar por la suave brisa que mecían las mareas,
disfrutando del elegante baile que las gaviotas nos regalaban
y con melodías tan sublimes como la ópera de Madamme Butterfly, la aterciopelada voz de Barbra Streisand y el quejido roto de Miguel Póveda,
el murmullo de la gente no importaba en absoluto;
se hacía más y más lejano, a medida que pasaban los segundos
y el sol se escondía poco a poco entre las olas.

Puede que hubiera unas cien personas allí, pero lo que mis ojos contemplaban, mi corazón lo sentía como un regalo exclusivo para mi alma.
El resto del mundo dejó de existir,
por unos momentos, todo aquello fue para mi.
Sólo para mi.

Y entonces se hizo el silencio.

Inmersa en un mar de pensamientos
y abrumada por tanta belleza,
me encontré con la mirada humedecida
ante un espéctaculo natural iningualable,
para deleite extraordinario de mis sentidos
.

La naturaleza fue generosa conmigo al tomarme de la mano de esta manera
para adentrarme en un nuevo año
al que, por cierto, estaba deseando llegar,
regalándome lo que, sin duda, fue un
momento mágico.

¡Ella sí que sabe hacer poesía!

¡Y pensar que la vida nos regala maravillas como ésta,
tan sencillas y tan espectaculares, cada día..!

No sé si os habré sabido transmitir mínimamente algunas de las sensaciones que se agolparon en mi interior esa tarde. Por si acaso, os muestro algunas de las imágenes que inmortalicé y un pequeño video que hice que, aunque no tiene un audio demasiado bueno, ni es capaz de hacernos llegar el olor a mar, ni de hacernos sentir el viento en la cara, al menos, consiguió darle movimiento eterno a ese momento mágico que siempre quedará guardado en mi baúl de los recuerdos.












Y después... ¡la luna!

No me olvido de ti.
¡Para mi también resultas mágica!



Es inevitable sentir que el vello se me erice cada vez que vuelvo a ver este video. ¡Espero que hayáis podido disfrutarlo tanto como yo!

***

CABO DE SAN VICENTE

(PORTUGAL)

***

NOTA: Canción del video: "A Ciegas" - B.S.O. de "Los Abrazos Rotos", de Pedro Almodovar. Coplas del querer.

07 septiembre 2009

María La Magdalena...

Hoy, aprovecho mi vuelta a El Mundo de Angie, para dedicarle el post a alguien muy especial: María la Magdalena.

A María la Magdalena, la conocí en Almería, cuando llegué por primera vez al PAI en el año 2000. Por aquel entonces, era la jefa. Me acuerdo perfectamente de las primeras palabras que me dijo: “¿Tú eres Ángela? ¡Po vente conmigo pa’l zulo!”. Nos pasamos los 15 días de campamento juntas en el sótano de la casa de los curas, cuando la sala de coordinación del PAI aún estaba allí. Nos hicimos muy amigas, fundamentalmente, porque conectamos a los 0,2 segundos.

Recuerdo que por aquel entonces la Niña Pastori había sacado a la venta nuevo disco, “Cañailla”, y nos pasábamos el día escuchándolo. Nos encantaba, en especial, la canción de “Cai”; no sé cómo no se rayó el cd. Por eso cada vez que escucho alguna canción de ese disco, me trae muy buenos recuerdos de aquellos días.

¡Con María la M. he compartido infinidad de cosas! Risas, llantos, secretos y confidencias, juergas, grandes conversaciones, conversaciones absurdas y surrealistas, viajes, experiencias paranormales (ver el post de la rebelión de los grifos pinchando
AQUÍ, jajaja...), más juergas, más risas, más llantos, más secretos y confidencias, escapadas cuando más las necesitábamos (a Cádiz - qué bonitos son, no??? jajaja-, a Granada, escapadas incluso en Sevilla y Almería), tardes de sofá viendo pelis (¿te acuerdas lo que nos encantó la Milla Verde?) y, cómo no, casa. La suya, que como mi ahijada, también me las abrió de par en par. Y cómo olvidar, esos 15 inolvidables días del campamento de 2001, cuando nos “independizamos” y nos fuimos al piso de la calle Granada (y pensar que Bisbal se paseaba por esos pasillos cual vecino sonriente... jaja). Aún recuerdo los pedazos de desayunos que nos metíamos entre pecho y espalda... La verdad es que es uno de los grandes y mejores recuerdos que tengo con ella desde que nos conocemos. 15 días, 24 horas juntas. ¡Si no salimos peleadas entonces, no saldremos nunca, jajaja...!

Dicen que un amigo es quien lo sabe todo de ti y, a pesar de ello, te sigue queriendo. Pocas cosas hay, por no decir ninguna, que no sepamos la una de la otra. Isa es como es, y yo soy como soy, con nuestras virtudes y nuestros defectos. Pero ambas sabemos cómo es la otra perfectamente y así nos aceptamos. Por eso, en el fondo da igual que, por temporadas, hayamos estado más unidas o no, da igual que nos enfademos o no porque sabemos que, cuando lo necesitemos, siempre estaremos ahí la una para la otra.

Hace tiempo me dedicó estas palabras en su blog, después de volver de una mini escapada que hicimos a Granada: “...Considero tener una virtud que es la de conceder el título de amistad a pocas de las personas de las que conozco [...] El que desde un principio adoptáramos un apostolado que en ninguna escritura viene reflejado me ha demostrado que claramente nuestra amistad quedó marcada por una bendición divina que ha hecho que crea firmemente que estoy afortunadamente predestinada a tenerte a mi lado; casi como un ángel protector apareces de la nada en los momentos más inesperados y necesarios, eres bondadosa y estás llena de paciencia. Por todo lo que de manera directa o indirecta haces y sientes por mi, no me queda más que aceptes esta reinauguración de mi rincón de sur como una muestra de cariñosísimo agradecimiento [...]”

Me emocionó mucho leer esas cosas sobre mi, pero enseguida dejó de sorprenderme que me hubiera hecho esta dedicación porque, claramente, el sentimiento es mutuo y tengo a María la M. en el mismo sitio de mi corazón que ella me tiene a mi, en una gran mansión. María la M. es “tan joía como yo” (jaja) pero, sobre todo, es divertida, sincera, cariñosa; también es independiente, por eso cuando te sorprende con algún gesto que no esperas, lo valoras aún más. Nunca olvidaré la cena que organizaste a prisa y corriendo en nuestro “pisito de solteras”para que L., por quien por aquel entonces perdía "el sentío", fuera uno de los comensales, jaja... Ni tampoco los días que pasaste en casa el verano pasado, cuando mi fiesta de cumpleaños, en los que Dios sabe la falta que me hacía tenerte cerca.


En una palabra, especial. MARÍA LA MAGDALENA ES ESPECIAL.

Por todas estas cosas, María la M., no podría ser para mi sólo María la M.. Para mi es mi churry, mi hermana del alma, mi Apostol (¿13 ó 15? ahora no me acuerdo, mira tú... jaja), mi amiga, mi confidente, mi cómplice en tantas cosas, mi compañera de aventuras!

Hoy, por fin, después de las vacaciones, vuelvo a tener acceso a internet. Y tengo un sentimiento extraño en mi interior. Y no precisamente por que se me hayan acabado ya los días de descanso.

De las primeras cosas que he hecho durante la mañana ha sido entrar en mi correo. Uno de los correos de la bandeja de entrada era suyo. En él esperaba leer una gran noticia: que los kilómetros que (sólo físicamente) separan nuestra bonita amistad empezaban a desaparecer porque María la M. se venía a vivir a mi querida tierra, a su querida tierra, Sevilla.

No ha podido ser finalmente. A veces, uno propone y, luego, vienen las circunstancias y disponen sin ton ni son. Si yo lo he sentido, que estaba deseando que este año viviéramos en la misma ciudad, más lo has sentido tú. ¡Sé las ganas que tenías que todo esto saliera adelante! Por eso hoy el sentimiento era más agrio.

Pero bueno, amiga, intentemos ver el lado positivo...

Esta vez no habrá podido ser y sé que eso ha supuesto un momento complicado para ti pero, sabes, estoy segurísima de que acabará pudiendo ser más adelante. Porque es algo que llevas queriendo hacer desde hace mucho tiempo. Y lo que uno se propone hacer, con más dificultades o más facilidades en el camino, más tarde que temprano o más temprano que tarde, se acaba consiguiendo. Y quién sabe si cuando eso ocurra será mucho mejor de lo que habías imaginado. Ya sabes que las cosas más difíciles de conseguir son las más valiosas.

Se nos ha tambaleado un poco la lista de planes que ya teníamos hecha pero bueno, no pasa nada, muchos de ellos podremos seguir realizándolos a pesar de la distancia. (¡Siempre nos quedará Granada, jejeje...!).

En cuanto a mi, ya sabes que sigues contando conmigo y con mi amistad para todo lo que necesites, ¿vale?

Hoy quería dedicarte estas palabras simplemente porque...

...¡Te quiero una “jartá”!