
Lo que pasa es que, incluso por muy grabados que quedaran en nuestra retina y nuestros corazones, el paso del tiempo hace que nuestros recuerdos se vayan difuminando poco a poco en nuestra memoria (y más en la mía, que lo mío con la memoria para algunas cosas no es normal, jajaja..). ¡Por eso me gustan tanto las fotos! Porque inmortalizan imágenes de momentos especiales con una nitidez que no empeora con el paso del tiempo. Siempre que no venga nada a fastidiarlo, claro...
En la era pre-digital, el problema aparecía cada vez que un carrete salía velado y no había ni una sola foto que se salvara. O cuando en una caótica mudanza, perdías el álbum de fotos. O en el peor de los casos, se estropeaban en un incendio, como le pasó a una conocida mía, que perdió las fotos de su juventud, las de su boda, las primeras fotos de su hijo, en fin, toda una vida en fotos...
Con la era digital, la cosa no mejora demasiado. Como ventaja estupendísima está por ejemplo la de poder sacar cientos de fotos, sólo tienes que pulsar botón-borrar-pulsar botón de nuevo, hasta que sacas la que te gusta cómo queda. Además de no estar limitado a hacer 24-36 fotos, que mientras quepan en la tarjeta de memoria, puedes hacer todas las que quieras sin necesidad de gastarte un céntimo. Desventaja: como haces tropecientas mil fotos, por una cuestión económica y de espacio, no sueles imprimirlas, así que todas se quedan a buen recaudo en el ordenador y posiblemente ni las ves ni las enseñas tan a menudo como los álbumes de toda la vida (aunque he de reconocer que eso, a veces, es un alivio, jajaja...).
Y ahora digo yo... ¿seguro que a buen recaudo? Porque un día, un simpático virus tiene la genial y pérfida ocurrencia de fastidiarte el ordenador y entonces... todas tus fotos se van a comprar tabaco y ya nunca más vuelven...
Si uno ha tenido la precaución de irlas grabando en cd’s o dvs’s, puede seguir respirando tranquilo. Sólo hasta que el cd/dvd diga... “hasta aquí llegué, me voy que ya estoy harto de divertirme” y se raye o se estropee y ya no se pueda ver lo que contiene, claro...
¿Y si se te ocurre grabar todas tus fotos en un disco duro externo? Parece buena idea ¿verdad? Lo es. Aunque no tanto el día que, accidentalmente, el disco duro se te resbala, cae al suelo y gritando “¡Jerónimooooooo!” en dos segundos ve pasar por su mente, o más bien, por su disco duro, valga la redundancia, todas las fotos que contiene... Y después de aterrizar, resulta que no funciona, “game over, caput, off”, descanse en paz (con tó sus muelas...) el disco duro, porque ni siquiera enciende.
Y de nuevo, todas tus fotos se perdieron, como le pasó a mi sobri, que ha perdido la friolera de 5.000 fotos hace poco y cogió el disgustazo de la semana! Yo le dije que no se preocupara, que yo tenía muchas, que se las grababa y se las daba de nuevo y que en el tuenti también tenía muchas, y que las que no tuviera, se las pintaba si hacía falta! ¡Al menos, logré arrancarle una sonrisa..! Porque aún así, muchas las perderá porque sólo las tenía ella, y tendrá que conformarse con guardarlas únicamente en su retina y su corazón. ¡Suerte que tiene un corazón enorme y le cabrán muchas fotos y muchos recuerdos en él!
Así que a la vista está que, ya sea con las fotos de toda la vida o con las digitales, riesgo siempre hay de perderlas. Yo lo que hago, desde que los descubrí, son fotolibros. Así, al menos, las mejores fotos que selecciono las tengo en álbumes que, además, tienen mucha variedad de diseño, tamaños, etc...
¡Qué curioso!, ¿no? En la vida, el riesgo está hasta en las cosas que pueden parecer más simples y absurdas, en las cosas que uno menos espera...