Hoy, haciendo un poco de limpieza en el ordenador, encontré un breve relato de R. Tagore que leí en la boda de mi hermano. Se titula "Lo mejor para ti" y como es tan bonito quise compartirlo con todos vosotros, a ver si os gusta también.
LO MEJOR PARA TI:
Era un matrimonio pobre. Ella hilaba a la puerta de su choza pensando en su marido. Todo el que pasaba se quedaba prendado de la belleza de su cabello negro, largo, como hebras brillantes salidas de su rueca. Él iba cada día al mercado a vender algunas frutas. A la sombra de un árbol se sentaba a esperar, sujetando entre los dientes una pipa vacía. No llegaba el dinero para comprar un pellizco de tabaco.
Se acercaba el día del aniversario de la boda y ella no cesaba de preguntarse qué podría regalar a su marido. Y, además, ¿ con qué dinero?
Una idea cruzó su mente. Sintió el escalofrío al pensarlo, pero al decidirse todo su cuerpo se estremeció de gozo: vendería su pelo para comprarle tabaco. Ya imaginaba a su hombre en la plaza, sentado ante sus frutas, dando largas bocanadas a su pipa: aromas de incienso y de jazmín darían al dueño del puestecillo la solemnidad y prestigio de un verdadero comerciante.
Sólo obtuvo por su pelo unas cuantas monedas, pero eligió con cuidado el más fino estuche de tabaco. El perfume de las hojas arrugadas compensaba largamente el sacrificio de su pelo.
Al llegar la tarde regresó su marido. Venía cantando por el camino. Traía en su mano un pequeño envoltorio: eran unos peines para su mujer, que acaba de comprar, tras vender su pipa.
Se acercaba el día del aniversario de la boda y ella no cesaba de preguntarse qué podría regalar a su marido. Y, además, ¿ con qué dinero?
Una idea cruzó su mente. Sintió el escalofrío al pensarlo, pero al decidirse todo su cuerpo se estremeció de gozo: vendería su pelo para comprarle tabaco. Ya imaginaba a su hombre en la plaza, sentado ante sus frutas, dando largas bocanadas a su pipa: aromas de incienso y de jazmín darían al dueño del puestecillo la solemnidad y prestigio de un verdadero comerciante.
Sólo obtuvo por su pelo unas cuantas monedas, pero eligió con cuidado el más fino estuche de tabaco. El perfume de las hojas arrugadas compensaba largamente el sacrificio de su pelo.
Al llegar la tarde regresó su marido. Venía cantando por el camino. Traía en su mano un pequeño envoltorio: eran unos peines para su mujer, que acaba de comprar, tras vender su pipa.
5 comentarios:
Oiga, qué bonito, pero pasado el primer momento de amor, me imagino al tipo masticando peines y a la mujer ponièndose tabaco en la cabeza.
Así pierde todo el encanto pero..Sí, probablemente...!jajajajaja...
Pues a mi me parece muy bonito... romántica empedernida jiiji.
Gracias por regalarnos estas cositas Angie.
Un besote!
Pues a mi me parece muy bonito... romántica empedernida jiiji.
Gracias por regalarnos estas cositas Angie.
Un besote!
Sí, a mi también me lo parece! que viva el jamón! mmmmmmm...que diga... el amorrrrr!!!!! jajajaja
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