La joven estaba sentada en la barra de aquel bar al que llevaba yendo un par de semanas...
-Un descafeinado de máquina, por favor.
-Enseguida, señorita –...a los cinco minutos...- Aquí lo tiene. ¿Azúcar o sacarina?
-Sacarina.
-Tome.
-Gracias.
-Esto... No sé si me estaré metiendo donde no me llaman pero... ¿puedo preguntarle algo?
-No te preocupes, tú pregunta y ya veré yo si contesto o no... -respondió con media sonrisa.
-No se lo tome a mal. Pero llevo viéndola venir a desayunar a diario desde hace un par de semanas. Y casi desde el primer día,(¿te puedo tutear?) llevo queriéndote preguntar...
-Déjate de rodeos...
-Hay algo que te preocupa, ¿verdad?
-¿Cómo? Claro, a todo el mundo le preocupan cosas... –respondió con cierto sarcasmo en su voz.
-Cierto. Pero, tú... Por favor, no te pongas a la defensiva... –respondió con gesto amable el camarero- Hay algo en ti que me dice que tras esa sonrisa, bonita por cierto, se esconde la tristeza; que tras esa mirada, que tanto intenta disimular, se esconde el llanto -tras una breve pausa durante la cual su mirada quedó fijada en los ojos de la joven le preguntó- ¿Estás bien? ¿Puedo hacer algo por ti?
En su cabeza no dejaba de girar una y otra vez el mismo pensamiento: “¡Dios, ya no recordaba la última vez que alguien me preguntó eso mirándome a los ojos!”.
Se hizo el silencio por unos instantes. Aquel camarero, que peinaba canas desde hacía tiempo, le había ofrecido una mirada tan cercana y protectora al preguntarle y preocuparse por ella, por cómo se sentía, que la joven sintió la irrefrenable necesidad de responderle.
-No sé si me estoy convirtiendo en una actriz fabulosa que sabe esconder sus miserias demasiado bien o que la gente que me rodea ve pero no mira, oye pero no escucha –respondió la joven con el corazón encogido y los ojos húmedos- o son unos pasotas y quizás, simplemente, no les importa (aunque no quiero pensar que esto último pudiera ser verdad). No corren buenos tiempos en mi vida, intento ordenarlo, pero todo está por medio, demasiado desorden. Demasiado stress emocional, demasiado stress laboral, qué sé yo, estoy cansada de que casi todo acabe torciéndose. Siempre me costó decir “te necesito”, al fin y al cabo, la mayoría de las veces, al final quien tiene que ayudarse es uno mismo. Que haga tiempo que uno no hable de sus preocupaciones hace pensar a casi todos que uno ya está y se siente bien pero, realmente, no tiene por qué significar eso. Ya sé que todos tenemos problemas y preocupaciones, es lo primero que te he dicho antes. Pero, de vez en cuando, necesitamos que se interesen por nosotros, que nos pregunten. Que acudan a uno sin que llamemos. Aunque lo más sensato fuera que lo hiciéramos, que pidiéramos ayuda. A veces, nos sentimos tan confundidos y con tantos setimientos contradictorios que necesitamos que nos la ofrezcan sin tener que pedirla, porque hasta pedirla nos da miedo... A veces, ni siquiera sabemos que la necesitamos, o no somos capaces de reconocerlo. ¿Tan escondida estoy? ¿Tan bien lo disimulo? No lo estaré tanto ni lo haré tan bien cuando tú, que no conoces nada sobre mi, te has dado cuenta... Es absurdo pensar que los demás te solucionarán las cosas, por eso a veces un simple “¿Y tú qué tal?”, un simple abrazo, es suficiente.
-Por suerte o por desgracia, venimos a la vida para hacer de todo. Disfrutar, sufrir, reír, llorar, es un continuo ir y venir de altos y bajos, de rachas buenas y otras malas. Eso es vivir. Así que, sabes, cada vez que te sientas atrapada por la negrura, intenta pensar que “esto también pasará”. Sé que es difícil cuando todo se ve negativo, pero ten fe, terminará pasando –le dijo el camarero después de escucharla atentamente y mientras cogía su mano y la apretaba con afecto.
-Ya lo ha hecho, señor. ¡Gracias! –dijo la joven emocionada.
-Que he hecho ¿qué? –preguntó el camarero.
-Algo por mi. El simple interés de preguntar “¿estás bien?” ya habría sido suficiente y, además, has querido ayudarme compartiendo conmigo tu forma de ver las cosas. Te has preocupado por mirarme por dentro y, lo más importante, me has escuchado. Necesitaba desahogarme y tú me has dado la oportunidad de hacerlo. ¡Gracias! –le dijo la joven dándole un beso.
-¡No tienes nada que agradecerme, de verdad! Espero que sigas viniendo por aquí... –respondió el camarero guiñándole un ojo.
-Un descafeinado de máquina, por favor.
-Enseguida, señorita –...a los cinco minutos...- Aquí lo tiene. ¿Azúcar o sacarina?
-Sacarina.
-Tome.
-Gracias.
-Esto... No sé si me estaré metiendo donde no me llaman pero... ¿puedo preguntarle algo?
-No te preocupes, tú pregunta y ya veré yo si contesto o no... -respondió con media sonrisa.
-No se lo tome a mal. Pero llevo viéndola venir a desayunar a diario desde hace un par de semanas. Y casi desde el primer día,(¿te puedo tutear?) llevo queriéndote preguntar...
-Déjate de rodeos...
-Hay algo que te preocupa, ¿verdad?
-¿Cómo? Claro, a todo el mundo le preocupan cosas... –respondió con cierto sarcasmo en su voz.
-Cierto. Pero, tú... Por favor, no te pongas a la defensiva... –respondió con gesto amable el camarero- Hay algo en ti que me dice que tras esa sonrisa, bonita por cierto, se esconde la tristeza; que tras esa mirada, que tanto intenta disimular, se esconde el llanto -tras una breve pausa durante la cual su mirada quedó fijada en los ojos de la joven le preguntó- ¿Estás bien? ¿Puedo hacer algo por ti?
En su cabeza no dejaba de girar una y otra vez el mismo pensamiento: “¡Dios, ya no recordaba la última vez que alguien me preguntó eso mirándome a los ojos!”.
Se hizo el silencio por unos instantes. Aquel camarero, que peinaba canas desde hacía tiempo, le había ofrecido una mirada tan cercana y protectora al preguntarle y preocuparse por ella, por cómo se sentía, que la joven sintió la irrefrenable necesidad de responderle.
-No sé si me estoy convirtiendo en una actriz fabulosa que sabe esconder sus miserias demasiado bien o que la gente que me rodea ve pero no mira, oye pero no escucha –respondió la joven con el corazón encogido y los ojos húmedos- o son unos pasotas y quizás, simplemente, no les importa (aunque no quiero pensar que esto último pudiera ser verdad). No corren buenos tiempos en mi vida, intento ordenarlo, pero todo está por medio, demasiado desorden. Demasiado stress emocional, demasiado stress laboral, qué sé yo, estoy cansada de que casi todo acabe torciéndose. Siempre me costó decir “te necesito”, al fin y al cabo, la mayoría de las veces, al final quien tiene que ayudarse es uno mismo. Que haga tiempo que uno no hable de sus preocupaciones hace pensar a casi todos que uno ya está y se siente bien pero, realmente, no tiene por qué significar eso. Ya sé que todos tenemos problemas y preocupaciones, es lo primero que te he dicho antes. Pero, de vez en cuando, necesitamos que se interesen por nosotros, que nos pregunten. Que acudan a uno sin que llamemos. Aunque lo más sensato fuera que lo hiciéramos, que pidiéramos ayuda. A veces, nos sentimos tan confundidos y con tantos setimientos contradictorios que necesitamos que nos la ofrezcan sin tener que pedirla, porque hasta pedirla nos da miedo... A veces, ni siquiera sabemos que la necesitamos, o no somos capaces de reconocerlo. ¿Tan escondida estoy? ¿Tan bien lo disimulo? No lo estaré tanto ni lo haré tan bien cuando tú, que no conoces nada sobre mi, te has dado cuenta... Es absurdo pensar que los demás te solucionarán las cosas, por eso a veces un simple “¿Y tú qué tal?”, un simple abrazo, es suficiente.
-Por suerte o por desgracia, venimos a la vida para hacer de todo. Disfrutar, sufrir, reír, llorar, es un continuo ir y venir de altos y bajos, de rachas buenas y otras malas. Eso es vivir. Así que, sabes, cada vez que te sientas atrapada por la negrura, intenta pensar que “esto también pasará”. Sé que es difícil cuando todo se ve negativo, pero ten fe, terminará pasando –le dijo el camarero después de escucharla atentamente y mientras cogía su mano y la apretaba con afecto.
-Ya lo ha hecho, señor. ¡Gracias! –dijo la joven emocionada.
-Que he hecho ¿qué? –preguntó el camarero.
-Algo por mi. El simple interés de preguntar “¿estás bien?” ya habría sido suficiente y, además, has querido ayudarme compartiendo conmigo tu forma de ver las cosas. Te has preocupado por mirarme por dentro y, lo más importante, me has escuchado. Necesitaba desahogarme y tú me has dado la oportunidad de hacerlo. ¡Gracias! –le dijo la joven dándole un beso.
-¡No tienes nada que agradecerme, de verdad! Espero que sigas viniendo por aquí... –respondió el camarero guiñándole un ojo.
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A veces, estamos tan pendientes de nosotros mismos que no nos damos cuenta que los que nos rodean nos necesitan, que nos están llamando a silencios ahogados.
A veces, un simple desconocido es capaz de darse cuenta de lo obvio y, sin embargo, pasar inadvertido para quien te conoce desde hace mucho y cree conocerte bien.
A veces, un extraño puede ayudarte más que nadie.
A veces, nos cuesta menos trabajo confiar en un extraño que mostrarnos vulnerables y débiles ante quienes nos rodean.
A veces...
27 comentarios:
Hola Angie. Me gusta este pos, y llevas razón en lo que dices…muchas veces los que están cerca de ti, no comprenden tu actitud, pero no se molestan en preguntar porque pueden pesar que tu malestar es con ellos, así es que si se necesita ayuda siempre, siempre se debe pedir, y no esperar, porque quizás se esté haciendo daño a las personas más cercanas, mientras pensamos que son ellos los que no ven tu pesadumbre.
Un fuete abraso, Loles
LOLES: Cierto, al final, el uno por el otro, y el otro por el uno.. y la casa sin barrer... Pero, a veces, no la pedimos porque ni siquiera sabemos que la necesitamos, o nos resistimos a reconocer que, efectivamente, necesitamos que nos echen un cable. Y es entonces cuando necesitamos escuchar ese "oye, que estoy aquí". Y, ojo, ese "cable" no tiene por qué ser la varita mágica que haga desaparecer todo lo malo, el cable, muchas veces, consiste simplemente, en que te escuchen y uno pueda soltar todo lo que le hace sufrir, que uno pueda desahogarse, sin más.
(He ampliado un poco la parte en que la joven se desahoga contándole al camarero qué le pasa. Ahora, el párrafo explica mejor y con más profundidad lo que pienso al respecto).
Bueno, me voy a dormir que acabo de llegar hace un rato del cine y es muy tarde ya. Un beso. Angie
A veces quien mas nos conoce en vez de apoyarnos acaba juzgándonos, y ahí, entra el mal rollo. Ponerse en el lugar del otro es a veces mas fácil cuando se trata de un extraño y viceversa, se es mas objetivo, se tira menos de lo que ya uno sabe del otro, lo que se supone, lo que se cree... y se ayuda mejor.
Todo es un ciclo. Que gran verdad.
Te invito a leer esta entrada:
http://torredelcaos.blogspot.com/2009/02/ciclos.html
Muy buena la entrada Angie!
Muy cierto jeje
MAIA: ufff, qué cierto lo primero! A mi me ha pasado, y la verdad que se pasa mal. Duele ver que quien pensabas que te apoyaría no lo hace cuando más lo necesitas! En realidad, cuánta verdad en tus palabras!!!Muy buena tu reflexión y totalmente de acuerdo con ella! Bienvenida! Espero seguir viéndote por aquí, sin duda, siempre será interesante leer todo lo que digas. ;-)
YANDROS: Gracias!! Seguro que es bastante caótica, no? jaja.. :P La leeré enseguida, claro!
HAPPY EYES: Demasiado...
Muchos besos a los tres. Angie.
Me gusta esta reflexión que has exo titaaa....la verdad que todas las palabras son ciertas..quizas muchas veces no nos damos cuenta, que la persona que tenemos al lado quizas te necesita, y a veces quizas con un simple..que te pasa?? bastaría....pero quizas también opino que siempre que necesites ayuda debes pedirla..esta claro que no a voces..pero si de otra forma....Hay personas que gusrdan muy bien sus cosas y se las quedan dentro y otras (como yo) que a veces son un poco despistadas en este aspecto....por eso creo que se debe porner de cada parte!!! ( no se si me expliqué)...
pd: solo quiero añadir que me encantaría saber siempre como esta cada persona..que mi ayuda seguro estará ahí...
muakk naranjita!!
con la mala leche que llevo por las mañanas, si el del bar me pregunta éso.. animalito.. jajaja ains que tiernecita es mi lady... muá
ANÓNIMO (NARANJITA): Hola reina!!! te explicaste a la perfección! me encantó tu pd, no dudo ni por un momento que es totalmente cierta..tú siempre estás dispuesta a ayudar a los demás! ;-)
MARISA: No esperabas menos de ti, mamoni!!! jajajajajaja...
Besos para las dos!! Angie.
Pues estoy de acuerdo con Maia al 100%, la cuestión es cuando en vez de ponernos en el lugar del otro y ver lo que necesita, nos quedamos en nosotros, juzgando y tirando de prejuicios. Al revés nos pasa también de todos modos, a veces no tiramos de quien mas cerca tenemos porque ya sabemos lo que nos dirá, y a veces necesitamos opiniones y visiones totalmente nuevas.
Bueno... que me enrollo. Te dejo un beso enorme.
MUAK
A veces encontramos fuera lo que no tenemos dentro...
A veces, de tanto hablar nosotros mismos, nuestros oídos se hacen inmunes a otras voces para no escucharlas... Genial Angie. Me encantó este post, y tu reflexión del final.
Un abrazo
Nadie mejor para ver un bosque, que quien lo ve a lo lejos, desde una colina, y no quien está inmerso en el.
Bicos.
Puff, menudo post eh........las relaciones interpersonales suelen ser complejas....hasta las nuestras con nosotros mismos lo son........
Aquí estoyyyyyyy!!!
Muy bueno este relato, si señora, muy bueno, me ha gustado un montón...
A lo largo de mi vida, he aprendido a pedir ayuda...si, con los amigos de verdad no hace falta, al menos con los míos, pero por si acaso están lejos ya estoy yo diciendoles: ¡Eh, que te necesito!
¿para qué?
Para que me escuches.
Lloramos o reímos, según se tercie y ahí estoy yo a la inversa cuando ellos me necesitan a mi. Es como un pacto tácito que nos permite quitarnos la máscara con quien no la llevamos puesta nunca.
¡Y se siente una de bieeeen!
A veces uno no valora esas sencillas palabras,,,
estar pendiente de otra persona, saber si esta bien,, si se puede ayudarla,, es algo q si lo hicieramos mas seguido,, causaria muchas mas sonrisas,,,
saludos,,,
CRIS: Sí, eso es totalmente cierto! A veces, nos resistimos a confiar algo a alguien porque sabemos cuál será su reacción, su respuesta, y sabemos que no es la que queremos y/o necesitamos es escuchar...
INDIA: Exacto! Lo de buscar fuera, sucede con muchas cosas más.. Me alegro que te gustara! :D
DRUID: Me parece una frase excelente! Y totalmente cierta, claro! Me la apunto, que me ha gustado! ;-)
ARTABRIA: Vaya que sí! Y esas, a veces, son las más complicadas de todas...
LAURA: Muchas gracias, me alegro que te guste! Desde luego, puedes sentirte muy afortunada, hay mucha gente que desearía poder hacer eso con sus amigos y no puede!
WEBERO: Seguro que sí pero, a veces (muchas), se nos olvida que no somos el ombligo del mundo.. Bienvenido a mi blog y gracias por seguirme. :D
Muchos besos a todos. Angie.
Siempre pero siempre hay alguien que nos cuida y se preocupa por nosotros, que nos acompaña y esta presente en todo, ese es Dios y solo es cuestion mirar a un lado y encontrarlo :D
Besos
Listo Angie! ya hice mi tarea!
Besos
Deduzco que si el camarero no peinara canas y si tuviera algunas décadas menos...la historia habría desembocado en romance.
Abrazo.
ADRIANA: Sí, yo estoy de acuerdo contigo porque soy creyente pero, quien no lo sea no pensará lo mismo. (Ya leí tu capítulo. Muy bien! Cambiaste eso que te dije?)
ESTEBAN: jajaja, puede ser, puede ser! Aunque el amor no tiene edad, amigo! quien sabe si más adelante la historia desemboca en un AMOR...? (no me des ideas, no me des ideas, jejeje..)
Muchos besos. Angie.
Pues tiene razón Angie, yo no estoy de acuerdo con Adriana jajaja. Y no es que no sea creyente,porque creo en muchas cosas aunque mis creencias no creo que se asemejen a lo que llamáis Dios. De hecho creo que hay algo que nos acompaña y está presente en todo, ahí estoy de acuerdo. Pero no creo que cuide de nosotros y nos proteja. Simplemente existimos gracias a él. La protección es un sentimiento humano y por lo tanto lo reflejamos en Dios. Dios simplemente es. La existencia ya es un regalo, no le pidamos más!
En cualquier caso es una opinión claro, como otra cualquiera
Saludos divinos!
YANDROS: ya sabía yo que tú tendrías algo que decir, jajaja... Supongo que sobre este tema habrá mil opiniones distintas. La tuya es tan válida como las demás, simplemente, porque es tuya.
Un beso. Angie.
PD: por cierto, voy a leer la entrada que me dijiste, que se me ha olvidao...
Puedo decir y digo que comente el primer dia que salio esta entrada, pero veo que las palabras se quedaron en el aire.
No llego tarde, estoy repitiendo.
Cuando tenemos ganas de "soltar" algo solo es necesario que cualquier persona nos preste su oreja.
Y a veces, solo a veces, nos sentimos mas liberados si no es alguien de nuestro entorno... porque despues de explayarnos no tenemos que verle la cara en todo momento.
Pero ¡¡Que descanso cuando dejamos salir lo que nos oprime el corazon!!
Y que tranquilos que nos quedamos.
Hablar sirve, escuchar es un arte.
JORGE: Ah sí? fallos técnicos que hay a veces en la blogosfera. Suscribo totalmente tu opinión! Y qué verdad lo de no tenerle que ver la cara en todo momento.. eso muchas veces nos condiciona demasiado y por eso preferimos contárselo a otras personas no tan cercanas. Sí, definitivamente, escuchar es un arte.. y uno de los que no domina demasiada gente! por eso es tan preciado...
Un beso. Angie.
Lo has expresado con una gran sencillez y la vez con precisión.
Lo importante, lo que todos nos llevamos con nosotros son esas pequeñas cosas.
Brillante tu post amiga.
La realidad de los días.
Me vi reflejada, sabes.
Y te lo agradezco.
un abrazo
SATIE: Gracias. Esas cosas siempre suelen ser las mejores, sí!
NERINA THOMAS: Vaya, gracias!!Espero que te vieras reflejada en el camarero, que el papel de la joven es más chunguillo...
Besos. Angie.
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