-Abuela, ¿por qué soy tan desafortunada en el amor? Todas las historias acaban saliéndome mal. Voy a empezar a pensar que soy un bicho raro...
-¡No, cariño, de bicho raro, nada! Es sólo que los hombres son tontos y, a veces, dejan escapar a las mejores...
-Es que... ¡tenía tantas ilusiones puestas en lo nuestro! Pensaba que seríamos capaces de superar los obstáculos que teníamos en el camino –le decía con voz triste.
-Nos queríamos. Aún me cuesta lograr entender que eso no fuera suficiente. ¿Tan difícil es intentar buscar la felicidad?
-¡Me cuesta tanto dejar de pensar que es el hombre de mi vida! ¡Y, a la vez, me rebelo y me enfado conmigo misma por seguir pensándolo! Por seguir manteniendo en algún rincón de mi la idea de que algún día...
-¿El hombre de tu vida? El hombre de tu vida no será un príncipe azul, porque no existen. Está el príncipe Felipe, pero él ya se casó con Doña Leticia. El hombre de tu vida será el que te ame de verdad, el que sepa valorar bien todo el amor que tienes guardado para él. El hombre al que no le dé pavor enfrentarse a lo que sea y a quien sea con tal de que vuestro amor siga vivo y creciendo. El hombre que no tire la toalla ante el primer contratiempo. ¿De verdad sigues creyendo que era el hombre de tu vida? ¡El hombre de tu vida hubiera sido capaz de luchar por ti hasta la saciedad y no rendirse tan pronto!

María miraba a su abuela con lágrimas en los ojos. Sabía que, en el fondo, tenía razón, aunque escucharlo le doliera....
-¡No cometas el error de desperdiciar tu vida! Sabes, la experiencia me dice que “Nunca las dejan” (o casi nunca). Así que no puedes permitirte agarrarte a esa improbable esperanza. Si él quiere desperdiciar la oportunidad de ser feliz a tu lado y seguir con su vida gris, la que comparte con alguien a quien no ama de verdad, allá él... ya se arrepentirá algún día.. ¡Pero no cometas tú el mismo error, no dejes que el tiempo siga pasando y tú sigas estancada en el mismo sitio! ¡No se merece que hagas eso, y mucho menos, no te lo mereces tú, María!

-¡Y tú no olvides nunca lo que vales! ¡Yo sí que te quiero, mi princesa!